MONJAS DE CLAUSURA QUE NUNCA SALEN DEL CONVENTO Y PARTICIPAN POR PRIMERA VEZ EN UNA JMJ
Nunca o casi nunca salen del convento, donde viven totalmente entregadas a Dios, quien las llamó para ser verdaderamente felices con Él. Pero ahora este animado grupo de monjas de clausura participa por primera vez en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Lisboa, la histórica capital de Portugal y tierra de San Antonio de Padua, en el evento más importante y multitudinario que la Iglesia ofrece a los jóvenes de todo el planeta, sedientos del amor auténtico, ese que sólo Jesús ofrece.
No debe haber sido fácil dejarlo todo para decirle “sí” a Dios. Sin embargo, estas cuatro religiosas Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento así lo hicieron y comparten con EWTN News sus intensas experiencias personales.
Todas pertenecen a la comunidad de San Francisco, en el estado de California (Estados Unidos), y todas brillan con la sonrisa y la dulzura de ser felices esposas de Jesucristo para siempre.
La Madre Alma Ruth, la superiora de la comunidad, una mujer de 63 años de edad y 39 de vida religiosa, habla emocionada y con gran expectativa sobre la JMJ, que poco a nada tiene que ver con quienes dicen que es el “Woodstock católico”.
“Es la primera vez que venimos a este evento bellísimo, que nos va a alentar más llegando a nuestro monasterio, para pedir por todos estos jóvenes. Es una alegría ver a tanta juventud buscando ver qué es lo que Dios quiere de ellos”.
El origen de su vocación está cargado, casi, de ironía. Ella no pensaba exactamente en ser monja de clausura. Sólo fue a una experiencia vocacional acompañando a una hermana suya que finalmente no optó por la vida contemplativa, pero Alma Ruth, entonces con 23 años, sí.
“La vida religiosa es lo más bello que me pudo pasar y no tengo palabras para darle gracias a Dios, solamente mi vida para darle gracias por haberme elegido”.
Otra de las monjitas que vive su primera JMJ con entusiasmo contagiante es Sor María Grace de la Dolorosa, estadounidense de padres mexicanos, que apenas tiene cuatro meses de consagrada. “Yo nunca quise ser monja, pero mi hermana sí”, confiesa.
La hermana de esta religiosa de clausura de 34 años descubrió que no tenía vocación, pero, enamorada del carisma de las adoratrices, decidió organizar retiros para que más jóvenes opten por la vida consagrada. Sor María Grace asistió al primero, pero le dio “mucho miedo” e intentó olvidarse de la profunda experiencia que había vivido.}
En un segundo retiro ya no pudo resistir “ese llamado tan fuerte” de Dios. “Allí vi que no necesitaba nada más, que nuestro Señor me estaba dando todo lo que necesitaba”, recuerda casi aliviada Sor María Grace de la Dolorosa.
La religiosa relata también que en su opción tuvo algo que ver un paraguas, algo que podría sonar extraño, pero que ella explica con mucha claridad: Un sacerdote les comentó que si rezaban para que no llueva y salían a la calle con uno, no tenían fe.
“Entonces yo dije ‘yo no quiero salir con un paraguas, sin fe’, y le dije ‘sí’ a nuestro Señor”.