RUSIA Y AMÉRICA LATINA: COOPERACIÓN Y ASOCIACIÓN DIRIGIDAS HACIA EL
FUTURO
En vísperas de mi visita a América Latina, me gustaría
compartir con los estimados lectores unos pensamientos acerca de las
perspectivas de las relaciones de Rusia con esa región en el actual contexto
geopolítico.
La situación en el mundo permanece extremamente tensa y en muchos
aspectos se sigue degradando. La razón principal de ello consiste en la
insistencia del llamado Occidente histórico - encabezado por EE.UU - de
mantener su dominio global, impedir el desarrollo y consolidación de nuevos
centros de poder.
En fin, pretenden imponer a la Comunidad Internacional un orden global
unipolar y neocolonial esperando, en palabras del Presidente de Rusia, Vladimir
Putin, “Cobrarle un verdadero tributo a la Humanidad, sacar una renta
hegemónica”.
Este deseo es lo que puede explicar la vieja política occidental de
injerencia en asuntos internos de Estados soberanos, inclusive a través de
operaciones ideológicamente motivadas para derrocar gobiernos indeseables, su
amplio uso de ilegítimas sanciones unilaterales y las tecnologías sucias de la “Guerra
Informática”.
Muchos pueblos del mundo ya sintieron sus consecuencias, entre ellos son
los de Cuba, Venezuela, Yugoslavia, Iraq, Afganistán, Libia y Siria.
Las élites gobernantes de EE.UU. y los países de la Unión Europea
siempre han contemplado a Ucrania como herramienta de contención de la Rusia
actual.
Durante años criaron al régimen neonazi que llegó al poder en Kiev a
raíz del golpe de Estado anticonstitucional en febrero de 2014, lo arrastraban
hacia la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), suministrándole
armas ofensivas.
Básicamente, lo empujaban hacia una solución violenta del “problema
de Donbás”, purgas étnicas de su población que se negó a reconocer los
resultados del golpe.
Nada más bastaría recordar las confesiones cínicas de los antiguos
líderes de Ucrania, Alemania y Francia de que
el paquete de medidas de Minsk, firmado por ellos y aprobado por
la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas en febrero de 2015, lo necesitaban solo para ganar tiempo y
permitir a Kiev aumentar su potencial militar.
Resulta que desde entonces Berlín y Paris engañaban no solo a Moscú,
sino a toda la Comunidad Internacional.
Al mismo tiempo, Alemania y Francia, como otros países
occidentales, abiertamente alentaron el categórico rechazo de Kiev de entablar
negociaciones directas con Donetsk y Lugansk, aunque esta condición era el
fundamento de los Acuerdos de Minsk.
"Se trataba de una cuestión de poder de negociación y de decencia
básica que debían tener los líderes europeos".
Sin embargo, a pesar de la política francamente agresiva de EE.UU. y
sus aliados para expandir la OTAN (en violación a lo que nos
habían prometido a principios de los 1990), hacíamos todo lo posible para bajar
la tensión en Europa.
Para estos fines, el Presidente Putin presentó en diciembre de
2021 la iniciativa de otorgar a Rusia – como a Ucrania – garantías
vinculantes de su seguridad en el lado oeste. Pero nuestras propuestas fueron
arrogantemente rechazadas, mientras Kiev se preparaba para la solución militar
del problema de Donbás.
Eso no nos dejó otra opción que reconocer la independencia de las Repúblicas
Populares de Donetsk y Lugansk, firmar Tratados de Amistad y Asistencia Mutua con
ambas y, en respuesta a su petición formal, iniciar la operación militar
especial de acuerdo al Artículo 51 de la Carta de la Organización de
Naciones Unidas (ONU).
Los objetivos de la operación son: proteger a la población rusa y
ruso-parlante contra la exterminación en la tierra que sus antepasados
habitaron por siglos, así como neutralizar las amenazas militares a la
seguridad de Rusia en nuestra frontera occidental.
Queda claro que los acontecimientos en Ucrania y
alrededor de ella son parte de la lucha por el futuro orden mundial.
Hoy se está definiendo si el mismo será verdaderamente justo,
democrático y policéntrico, como lo exige la Carta de la ONU que proclama la
igualdad soberana de todos los Estados, o si EE.UU. y su coalición tendrán
posibilidad de efectuar su agenda en detrimento de los demás, extrayendo sus
recursos.
Precisamente de eso trata el concepto del “orden basado en
las reglas”. Las capitales occidentales pretenden utilizar
estas “reglas” (¿Inventadas por quién?) para sustituir
el derecho internacional, los objetivos y principios de la Carta de
la ONU.
Esta sencilla verdad ya fue entendida por muchos países que llevan a
cabo una agenda independiente basada, en primer lugar, en sus intereses nacionales.
No es casual el auge mundial de esfuerzos para desasirse del dólar en el
comercio exterior y crear una infraestructura de lazos logísticos,
interbancarios, financieros, económicos y de transporte no controlable por
el Occidente.
Es lógico que alrededor de tres cuartos de los Estados del planeta,
entre ellos nuestros socios latinoamericanos, no se han sumado a las sanciones
anti-rusas.
Les estamos muy agradecidos por esto.
El paisaje geopolítico que está cambiando rápidamente ofrece nuevas
oportunidades para ampliar la cooperación mutuamente ventajosa entre Rusia y
los países de América Latina, mismos que están jugando un papel cada vez más
visible en el mundo multipolar.
Para nosotros América Latina y el Caribe tienen su
propio valor en el marco de nuestra política exterior. No queremos que su
región se convierta en un campo de batalla entre las potencias.
Nuestra cooperación con los latinoamericanos se basa en un enfoque
desideologizado y pragmático y no se dirige contra nadie.
A diferencia de las antiguas metrópolis coloniales, no dividimos a los
socios en nuestros y ajenos, no los ponemos ante una disyuntiva artificial: con
nosotros o contra nosotros. Estamos por la unidad y la diversidad de los
países latinoamericanos y caribeños. En la diversidad son fuertes,
políticamente cohesionados y económicamente sostenibles.
Siempre hemos abogado por el fortalecimiento de la cooperación
ruso-latinoamericana sobre la base del apoyo mutuo, la solidaridad y la
consideración de los intereses de cada uno.
En este espíritu, en el de la asociación estratégica, se desarrollan
nuestras relaciones con muchos países de la región, entre ellos Brasil,
Venezuela, Cuba y Nicaragua, a los que nuestra delegación realizará
visitas en la segunda quincena de abril.
Estamos dispuestos a seguir desarrollando contactos multifacéticos a
nivel de Jefes de Estado y de Gobierno, parlamentos, servicios
diplomáticos y otros ministerios y organismos. También estamos
abiertos a ampliar la cooperación sobre una base multilateral, ante todo en el
marco del diálogo de Rusia con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños.
Creo que hoy tenemos algo que presentar como al público ruso, tanto al
público latinoamericano.
En los últimos años, el marco jurídico de los tratados se ha ampliado
notablemente. Se trata, en particular, de la creación de una zona de exención
mutua de visados. Ahora abarca 27 Estados de América Latina y el Caribe.
Toda Sudamérica y prácticamente toda Centroamérica están exentas de visado para
nuestros ciudadanos.
A pesar de las sanciones impuestas a Rusia y de la presión política, por
no decir chantaje, de EE.UU. y la UE, nuestras exportaciones totales a los
Estados de América Latina y el Caribe crecieron un 3,8% el año pasado.
Aumentaron los envíos de fertilizantes y productos petrolíferos.
En 2022, Rusia aumentó sus exportaciones de trigo a América
Latina y el Caribe en un 48,8%, casi una vez y media.
Me gustaría señalar que suministramos 23 millones de toneladas de
cereales y 20 millones de toneladas de fertilizantes a los mercados mundiales sin
ninguna ayuda de la ONU.
Y esto no incluye esas decenas de miles de toneladas de fertilizantes
que Occidente bloquea en sus puertos, haciendo caso omiso del "paquete del
Mar Negro" iniciado por el Secretario General de la ONU en
Estambul.
Incluso nos ofrecimos a distribuir gratuitamente esas cantidades entre
los países más pobres. También se nos impide hacerlo.
Tanto Rusia como América Latina tienen
sus ventajas competitivas en el contexto de los procesos objetivos de formación
de un orden mundial multipolar.
Es importante aprovechar la complementariedad de nuestras economías para
construir verdaderas alianzas de proyectos, productivas y tecnológicas, y
acelerar la transición hacia liquidaciones en monedas nacionales y alternativas
al dólar y al euro.
Dentro de los límites de nuestras capacidades, ayudaremos a la región a
afrontar los retos del desarrollo internacional. Con el fin de reforzar la
seguridad civil, formamos al personal profesional de las fuerzas del orden
nacionales.
Seguimos ayudando a los países necesitados a superar las consecuencias
de las catástrofes naturales.
Quisiera destacar el aumento constante del número de estudiantes
latinoamericanos que cursan estudios en nuestro país con cargo a becas
estatales rusas. Dado el interés mutuo en fortalecer los vínculos educativos,
estamos decididos a trabajar activamente en acuerdos de reconocimiento mutuo de
diplomas.
Rusia seguirá manteniendo una política exterior independiente, pacífica
y multivectorial. Seguiremos contribuyendo al fortalecimiento de la seguridad y
la estabilidad mundiales, así como a la resolución de conflictos.
Junto con aliados de ideas afines, seguiremos buscando la aplicación
práctica de los principios de la Carta de las Naciones Unidas, incluida la
igualdad soberana de los Estados y la no injerencia en sus asuntos internos.
Abogamos por la ampliación del número de miembros del grupo de amigos en
defensa de la carta de la ONU y el fortalecimiento de otras asociaciones
multilaterales, incluidos los BRICS y la Organización de Cooperación de
Shanghai (OCS), que trabajan para democratizar las relaciones
internacionales.
Estamos siempre abiertos a seguir estrechando lazos con aquellos socios
extranjeros que estén dispuestos a trabajar con nosotros bajo los principios de
igualdad, honestidad, respeto mutuo y consideración de intereses.
Me alegra que entre ellos estén nuestros amigos latinoamericanos.