HÉROES Y MÁRTIRES DE LA
Hoy conmemoramos el 44 Aniversario de la masacre de Batahola, perpetrada por la Guardia Nacional, el 15 de junio de 1979.
En el marco de la Ofensiva Final, más de cien jóvenes de los barrios Monseñor Lezcano, La Ceibita, Santa Ana, Colonia Morazán, Linda Vista, Acahualinca, replegándose hacia el barrio San Judas, fueron emboscados y asesinados por la Guardia Nacional, que estaba en las instalaciones de la Nicalit y otra parte se encontraba en los predios de la Embajada Americana.
Sus cuerpos fueron arrojados a una fosa. Como un homenaje póstumo se realizó un obelisco que exhibe más de 80 placas con los nombres de las víctimas. El mismo se encuentra ubicado en el complejo legislativo, contiguo Centro de Convenciones Olof Palme.
En el libro Memoria histórica: héroes y mártires de la masacre de Batahola, publicado por la Dirección de Patrimonio Histórico de la Alcaldía de Managua en 2019, encontramos elementos importantes para la reconstrucción histórica de lo que pasó ese día.
“El 15 de junio de 1979, en las trincheras a los guerrilleros se les están terminando las municiones, en segundo lugar, la guardia, al ver que estaba perdiendo la guerra, decide no solamente bombardear a los que están atrincherados, sino también a la población en general. Se decide hacer un repliegue táctico hacia San Judas, donde se reunieron combatientes populares y población de: Monseñor Lezcano, Santa Ana, Acahualinca, Linda Vista, Altagracia y Las Brisas”.
En este libro, se aclara que la decisión de replegar hacia San Judas, se tomó por varias razones: “La táctica del repliegue consiste en: 1-. Alejar a la guardia del acecho a la población civil. 2-. Distraerla mientras se preparan con mayor fuerza los barrios orientales, 3-. Evitar mayores bajas en los guerrilleros urbanos, ya que a estos se les estaban agotando las pocas municiones y 4-. Reforzar la insurrección en San Judas”.
Los combatientes populares, según el plan del repliegue, tenían establecido su propio itinerario, que iban a realizar con mucha precaución y sigilo: “debían desplazarse en línea recta por calles de Monseñor Lezcano, Pasar por el antiguo Banco de la Vivienda, cruzar la Carretera Sur, pasar al oeste de las instalaciones de la Embajada Norteamericana, doblar al sur de La Cementera, e introducirse al cauce de San Judas, por el cual irían a salir en las cercanías del mercado del Barrio San Judas, luego dirigirse a la Hacienda El Vapor, evitando tener enfrentamientos con la guardia”.
Según el relato de sobrevivientes, se trataba de varios centenares de combatientes populares, que salieron de las barricadas de Monseñor Lezcano hacia San Judas.
La primera columna logró pasar bien, sin embargo, la segunda columna quedó rezagada y recibió ráfagas de disparos, en el cruce de Batahola.
La mayor parte de los jóvenes que se estaba movilizando hacia San Judas no portaba armas, por lo cual no pudo defenderse cuando empezó el ataque genocida.
Siempre en el libro de la Dirección de Patrimonio Histórico de Alcaldía de Managua, se explica que la Guardia Nacional, cumpliendo órdenes del dictador, rafagueó intencionalmente a los jóvenes y dos horas después de la masacre, ejecutó con tiros en la cabeza a los muchachos y muchachas que habían quedado heridos.
“La Guardia Nacional se había parapetado donde quedaban los talleres de la Mercedes Benz, actualmente son los Talleres de la Policía Nacional, ahí instalaron dos metralletas, una 30 y una 50, fue desde ese lugar que empezaron a disparar. La segunda dirección de ráfagas provino de la
Embajada Americana, esta balacera duró unos quince minutos, los guardias que resguardaban la seguridad de la sede diplomática, dispararon creyendo que la multitud invadiría el local. Los héroes sandinistas son acribillados por el aparato represor somocista y por el imperio intervencionista del
norte.
Entre las once de la mañana y las doce meridiana sucedió la masacre genocida en Batahola, 180 jóvenes sandinistas fueron asesinados por la EEBI (Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería), Fuerza militar que obedecía órdenes de Anastasio Somoza Portocarrero (alias El Chigüín).
Dos horas después, la guardia llega al predio donde estaban los jóvenes masacrados, comienza a revisar los cadáveres, y a despojarlos de sus pertenencias. Los que encontraban agonizando, los remataban, pegándoles un tiro en la cabeza.
Alrededor del punto de la masacre viven familias que testificaron el horripilante asesinato masivo […]”
Después de estas atrocidades, la Guardia operó según su práctica deshumana, que ya había empleado en la masacre de la Colina 110 y la masacre del Kilocho Sur: intentar borrar las pruebas de la masacre, desapareciendo los cuerpos de los jóvenes.
“Los masacrados fueron llevados en camiones y enterrados en sepulturas colectivas en diferentes lugares; una parte en una fosa común donde es hoy el Olof Palme. Otra, según testimonios de sobrevivientes, las mismas palas mecánicas de la guardia somocista abrieron zanjas en el lugar de
la masacre y ahí fueron enterrados. Estos cadáveres se exhumaron tres años después. Otros fueron recuperados por los mismos guerrilleros o familiares y sepultados en lugares distintos, de estos muy poco se sabe.
Un camión lleno de cadáveres fue llevado detrás del Hospital Vélez Páiz, donde los incineraron”.
Como un homenaje póstumo a la memoria de los Héroes y Mártires de Batahola, se realizó un obelisco que exhibe más de 80 placas con los nombres de las víctimas. El mismo monumento se encuentra ubicado en el complejo legislativo, contiguo al Centro de Convenciones Olof Palme.
En estos días en los cuales rememoramos la gesta heroica de la Ofensiva Final, que se libró con el sacrificio de miles de jóvenes vidas, nos guiamos con las palabras que la Compañera Rosario Murillo pronunció el pasado 26 de mayo:
“[…] la Ofensiva Final […] nos llevó al Triunfo Insurreccional sobre la Dictadura Somocista.
Días de Amanecer aquellos, Días de Amanecer hoy, en estos Nuevos Tiempos del Mundo, cuando Tod@s Junt@s estamos construyendo ese Mundo Nuevo que tanto urgimos”.
¡Honor y Gloria a los Héroes y Mártires de Batahola!